Cine de terror hecho en México, un reflejo de nuestras problemáticas

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En recientes años, tanto en México como en el resto América Latina han surgido ciertas voces fílmicas que se valen del género del terror para hablar de todo eso que nos afecta como sociedad, como país y como región: la violencia, la inseguridad, los sistemas políticos corruptos, las dictaduras, la vulnerabilidad, la sobrevivencia diaria, así como la vejación y presión social hacia las mujeres, entre otros temas más.

En México, Michelle Garza Cervera, Issa López, Isaac Ezban, Jorge Michel Grau, Rigoberto Castañeda y Emilio Portes han sido los realizadores que en recientes fechas se han asido del terror para hablar de un país herido y del contexto particular que se vive todos los días. 

El género del terror, con el que desde muy joven encontré vías de comunicación, te permite hablar de lo innombrable, de nuestras experiencias en el mundo, del día a día en lo cotidiano, sobre todo de aquellas emociones o situaciones que evadimos como seres humanos y de las que tratamos de escapar. Entonces, el género le da ese honor a esas emociones que son completamente válidas y reales y que muchas veces el sistema dice que no están ahí, que no debemos de obsesionarnos con aquello que resulta incómodo. Justo eso me parece tan maravilloso y tan potente para la cinematografía, ya que con imágenes y sonidos se permite darle justicia a esas emociones que están escondidas en un rostro humano”, compartió Michelle Garza Cervera en entrevista con Excélsior

La realizadora detrás de la multipremiada Huesera se valió de dicho género para hablar de una mujer que tras haber dado a luz, entra en una gran crisis y se da cuenta de que la maternidad no es algo que quiere en su vida. Por esta cinta, Cervera, egresada del Centro de Capacitación Cinematográfica (CCC), se alzó con un Ariel a Mejor Ópera Prima y hace unos días fue nominada en Estados Unidos a los premios Gotham a Mejor Dirección Revelación. Muchas mujeres se vieron muy identificadas con esta cinta de terror dado que por fin alguien se atrevía a hablar del lado complejo de la maternidad y de las crisis que hacen pensar si fue buena idea ser mamá. 

El cine apela a la búsqueda de empatía y a la hora de que se ven en las pantallas el reflejo de emociones que no pueden aceptar o que evaden en el día a día hay en eso algo liberador. Son temas que no se pueden hablar en casa, que no le podrías decir a tu familia y que de pronto se vuelven aceptables en una pantalla de cine y por lo menos se le da el lugar de existir. Es ahí cuando la gente siente cierta calma al decir: ‘okey, tampoco soy el único monstruo’. Creo que si nos gusta este género es porque hay un encuentro entre todo eso que nos cuesta hablar o que queremos esconder”, relató Garza Cervera. 

José Antonio Valdés, reconocido crítico cinematográfico mexicano coincide en el hecho de que de unos años a la fecha el género del terror ha tenido un gran auge en México y en América Latina, y se suma a la idea de que es a través de este género y de sus metáforas que se puede hablar del contexto político, económico, social, cultural y de ciertas problemáticas que nos aquejan como región. 

El terror es un género que en el cine latinoamericano y mexicano funciona en un sentido clásico para poder hablar de los miedos que aquejan a nuestras sociedades. Nuestra historia es una historia llena de horrores, es una historia llena de horrores políticos, de horrores que provocan la miseria, los abismos sociales, la desigualdad, las dictaduras, las tiranías, entonces yo siento que en toda América Latina compartimos miedos muy profundos y muy afines, por ejemplo la figura del dictador, la del militar, la figura del militar tiránico, la pobreza, el hambre, la desesperación, la imposibilidad de poder acceder a un futuro distinto. Todo eso es un caldo de cultivo idóneo que el terror absorbe y lo presenta en varias propuestas e historias a través de la metáfora fantástica que nos permite reflexionar sobre nuestra realidad”, relató Valdés a este diario. 

El antecedente

En nuestro país el cine de terror comenzó a darse en la década de los años 30 del siglo pasado. El primer filme de terror mexicano fue La llorona, basada en la leyenda homónima, que se rodó en 1933 bajo la dirección del cubano Ramón Peón. De ahí siguieron otras propuestas como El fantasma del convento, rodada en 1934 por Fernando de Fuentes y en 1936 llegaría El baúl macabro, de Miguel Zacarías, todas ellas enmarcadas en lo que se conoce como terror fantástico.

A ellos se sumó el realizador mexicano Juan Bustillo Oro, quien antes de consolidarse como uno de los directores de la Edad de Oro del cine mexicano, comenzó su carrera en la década de los 30 con propuestas de terror como Dos monjes, en 1934; El misterio del rostro pálido, de 1935, y Nostradamus, de 1937. Después de contadas propuestas, entre las que destacaron las hechas por Fernando Méndez en la década de los 50, el cine de terror se mezcló con el cine de luchadores siendo La bestia magnífica, de Chano Urueta, la primera cinta que introduce a los luchadores en el género del terror .

Los productores de la vieja iniciativa privada, de la vieja industria, se fueron desde luego a lo más comercial y la gran oleada de cine de horror se combinó con el cine de los luchadores. Si tú analizas desde esa perspectiva el cine de los luchadores verás que El Santo y Blue Demon pelearon contra todos los monstruos posibles: Frankenstein, la hija de Frankenstein, Drácula, las momias de Guanajuato. Como que todos los grandes mitos del cine de horror clásico se volcaron hacia el cine de luchadores, entonces la producción se fue más hacia ese lado y no hacia específicamente hacia el cine de terror”, relató José Antonio Valdés. 

Tras estas propuestas y con el paso de los años, a finales de los 60 y 70 surgieron otras voces como la de Carlos Enrique Taboada con sus clásicos filmes Hasta el viento tiene miedo, El libro en la piedra y Más negro que la noche. Se sumaron otras voces como la de Juan López Moctezuma, Gilberto Martínez Solares, Arturo Ripstein, René Cardona Jr., René Cardona III y ya en la década de los 90 apareció un joven Guillermo del Toro con Cronos. De ahí saltamos a una nueva generación del nuevo cine mexicano de terror en donde encontramos a Lorena Villarreal, Benjamín Williams, Rigo Castañeda, Jorge Michel Grau, Isaac Ezban y Michelle Garza Cervera, entre otros. 

Sí tenemos una gran historia en donde se hacía cine de terror, cine Serie B y cine de El Santo y de luchadores, pero por ahí de los 80, 90 e inicios de los dos miles se hacía poco cine de terror porque en general se hacía poco cine de lo que fuera. Estamos hablando de una industria que llegaba a producir, no sé, 15 o 20 películas al año, y hoy se hacen más de 200 películas al año por varias razones, por un lado los estímulos, tanto el estímulo fiscal como los otros estímulos del cine empiezan desde 2006”, contó Isaac Ezban a Excélsior, para continuar con su reflexión.

Hoy en día, la industria y las plataformas hacen que haya mucho más diversidad de contenido, pero lamentablemente yo creo que se sigue haciendo mucho contenido de comedia romántica o de cine más de autor, pero creo que yo, y no soy el único, pues habemos varios, estamos picando piedra poco a poco para luchar porque cada vez se haga cine de otros géneros. Yo defiendo, apoyo y quiero propulsar una industria en la que haya cine de comedia, de ciencia ficción, de terror, de historia, de lo que sea”, contó Ezban, director de Mal de ojo, cinta de terror que aborda el coming of age de una adolescente y que fue la tercera película más taquillera de México en 2022. 

“Género menospreciado”

Jorge Michel Grau, cuya cinta de terror de 2010 Somos lo que hay estuvo nominada a la Cámara de Oro del Festival de Cine de Cannes, tiene una idea de por qué no se tiene una gran tradición del cine de terror en México y de por qué hay pocas voces fílmicas que usan el género para contar una historia en un país que tiene un mosaico cultural amplio que permite tomar inspiraci1ón de distintos lados. 

El problema es que se ha menospreciado el género durante mucho tiempo. Los fondo públicos consideran como de segunda o como de un cine poco relevante al cine de terror, sin embargo, siempre ha habido acercamientos muy interesantes, en mi caso con Somos lo que hay, con Vuelven, de Issa López; Huesera, de Michelle Garza o La región salvaje (Amat Escalante), que de pronto eran películas que hablaban de un hecho social o de un hecho distinto que se acercaban al terror. Creo que tiene que ver con eso directamente, con que de pronto los comités de selección o los jurados que asignan algunos fondos consideran que el cine de terror es cine de segunda, al grado que es difícil encontrar películas que se acerquen, que naveguen o sean 100% de terror”, explicó Michel Grau. 

Es un hecho que cada país, continente o región tiene contextos determinados que hacen que muchas de sus historias estén impregnadas de lo que pasa ahí y para su manufactura se echa mano del ingenio de los equipos de producción. En la industria hollywoodense el cine de terror, de entrada, tiene acceso a mayores presupuestos y sus narrativas, generalmente, suelen ser más enfocadas al entretenimiento que al uso de metáforas para hablar de problemáticas o situaciones determinadas, tal como se hace en México o América Latina. 

Es muy difícil acercarnos al cine industrial que hacen en Estados Unidos, que es el cine al que está acostumbrada la gran masa o el gran público, de grandes efectos especiales, efectos visuales, explosiones, gore, efectos especiales digitales que son costosísimos y que requieren muchísimo tiempo para realizarse. De pronto esa necesidad de recursos nos ha obligado a los cineastas latinoamericanos a encontrar, a través del imaginario y a través de la capacidad de resolver cosas, a ser mucho más eficientes y encontrar soluciones más audaces que la monetaria. Por otro lado el espectro cinematográfico es mucho más cercano a la cultura, a la identidad nacional que el cine gringo, que es mucho más cercano al entretenimiento, al espectáculo y al negocio”, reflexionó Michel Grau, quien está dirigiendo actualmente Cada minuto cuenta, serie sobre el terremoto de 1985.  

Ante esta idea del cine de terror hecho en México frente al cine de terror hecho en Estados Unidos, propiamente en Hollywood, el crítico de cine José Antonio Valdés comentó: 

En México no tenemos una industria, tenemos obras y eso le ha dado un carácter muy específico a lo que ha hecho Isaac Ezban, Jorge Michel Grau, Rigoberto Castañeda y ahora Michelle Garza Cervera. Desde esa perspectiva de cine de autor se les abren las puertas tanto del cine de arte como del cine comercial”, acotó Valdés.  

 

Narrar historias propias

Michelle Garza, quien trabaja en el guion de su siguiente cinta de terror Palizada, que se centrará en las relaciones familiares y el abuso de poder, celebra que en México los directores del género no busquen imitar lo que se hace en otras latitudes. 

Por supuesto que nuestro cotidiano es radicalmente distinto al de un cineasta en Estados Unidos o en otro universo, pero sin duda, claro que lo que nos atraviesa el cuerpo, nuestro cotidiano y nuestro día a día, va a atravesar nuestra manera de expresarnos y el tipo de historias que contamos y a mí eso es lo que me gusta, que sí abracemos nuestra experiencia o nuestras voces desde donde estamos, a diferencia de querer imitar fórmulas europeas, estadunidenses o de donde sea, pues ahí en donde se siente un cine sin identidad. Yo celebro mucho que cada vez somos muchos más queriendo narrar desde nuestros lugares”, dijo Garza Cervera. 

Isaac Ezban, quien hace dos semanas concluyó el rodaje de Párvulos, otra cinta de terror, comentó que sí se podrían copiar fórmulas que se emplean en el cine de terror de Hollywood, inyectándoles una mirada más profunda.

A mí me interesa cuando el terror se usa para hablar de algo humano, de algo real, de algo que nos podemos creer y que nos pasa a todos. Si hoy en día en el mundo están pasando atrocidades terribles, pero en nuestro país también, usemos eso para hablar de ese terror y en vez de hablar de una posesión demoniaca como si fuera una película gringa hecha en México, por qué mejor no hablamos de una posesión demoniaca para que eso sea una metáfora hacia una cuestión política, social o relacionada con el narco, con la delincuencia, la inseguridad, la corrupción o lo que sea. Creo que ese es el buen cine de terror”, acotó Ezban. 

Tanto la taquilla internacional como la nacional (claro ejemplo Mal de Ojo, de Ezban) han demostrado que el género de terror es de los más redituables, pues con presupuestos moderados —si se compara con una súper producción hollywoodense— la gran mayoría de las veces se recupera la inversión y un poco más. La pregunta salta inmediatamente: ¿Por qué a la gente le gusta consumir tanto el terror? 

Mucha gente cree que a los que nos encanta el horror es porque amamos la muerte o el sufrimiento, pero realmente tiene que ver con querer sobrevivir, porque al final de cuentas lo que estás deseando con los personajes es que logren sobrepasar lo que están atravesando”, subrayó Michelle Garza Cervera, realizadora de 36 años.

No es lo mismo estar dentro de un drama y empatizar con tus personajes, que estar en una película de monstruos y sobrevivir con el personaje principal. Esta sensación que te da el cine de terror de triunfar  o de sobrevivir al mal o al peligro es muy eficiente para ciertas historias. Esta adrenalina, esta emoción por el riesgo, por lo peligroso, por someterse a una situación extrema y saber que uno va a lograr sobrevivir al mal o vencer al monstruo o evitar la posesión es el mayor éxito de las películas de terror”, reflexionó Jorge Michel Grau, quien fue profesor de Garza Cervera en el CCC. 

 

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Nathan Rivera
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